He querido escribir unas palabras por todas las
absurdeces que he llegado a oír acerca de los perros desde que estamos
confinados.
Algunas cosas son graciosas y te ríes porque es un humor limpio, sin
maldad; otras cosas parecen que estén hechas desde el resentimiento y la
vileza.
Durante estos días son muchos los de que bromean con la idea de comprarse un perro para pasear por la calle
cada vez que les dé la gana. Como si tener un animal de compañía fuese su
billete hacia la libertad. Yo cuando escucho frases como esas realmente me
pregunto hasta dónde sería capaz de llegar alguien. Parece que hablen de
comprarse unos zapatos o un móvil cuando de lo que realmente se habla es de una
vida y de un compromiso para muchos años.
Quizá haya algún desalmado que haya podido hacer eso. Si es así siento
compasión por el pobre animal que haya llegado a su vida. Porque, cuando se
acabe este encierro domiciliario, que se acabará, ¿Qué pasará?, ¿lo abandonará?
Hay muchos tipos de abandono y no sólo los que se dan en las perreras en el
mejor de los casos. Está ese tipo de abandono que es el no dedicarle tiempo
suficiente a esa vida y ser sintiente que ahora está en tu hogar. Están esos
enfados porque te ha destrozado un mueble, por ejemplo, una zapatilla, sus
ladridos por querer jugar o salir a pasear incluso cuando a ti no te apetece.
Ese tipo de abandono consentido por la sociedad pero que es igual de malo que
el dejarlo tirado en medio del campo.
Yo soy una privilegiada, sí. No por poder salir a la calle con la excusa
del chucho, sino por tener las ideas claras sobre la responsabilidad a largo
plazo que conlleva tener a un animal en condiciones.
En estos días de confinamiento,
varias veces, mis perros tienen algo de ansiedad por salir y hacer su rutina
con normalidad. Cuando llego a casa la tarea es mía ya que tengo que jugar con
ellos para que estén equilibrados emocionalmente. Hacemos paseos cortos porque
estamos realmente ante una situación de emergencia que requiere la ayuda y el
esfuerzo de todos y la prevención es el arma más fuerte que tenemos.
Tener perro, sí, pero con responsabilidad. No es juguete y esto, no es un
juego.